Después de criar a sus tres hijos y dedicarse durante décadas al hogar, Patricia tomó la decisión de emprender y poner en práctica el legado de sus abuelos
El programa CityEmprende apoya en la formalización y formación de vendedores informales.
Bogotá trabaja por la formalización y formación de vendedores informales. Con el arte heredado de sus abuelos desde 1961, Patricia Erazo, de 57 años, ha logrado llevar el auténtico helado de paila nariñense a Bogotá. Gracias al impulso del Instituto para la Economía Social (IPES) y el programa CityEmprende, su emprendimiento “Heladería Santiago” no solo endulza en , sino que rescata y mantiene viva una tradición familiar iniciada por sus abuelos Benjamín Rosero e Isabel Riascos con más de seis décadas de historia, generando impacto social y económico.
A partir de las 2 de la tarde, en un local ubicado sobre una importante vía del barrio Ciudad Montes, la calle Octava sur en Bogotá, el rápido movimiento circular que hace Patricia Erazo con una brillante paila de cobre que gira sobre una cama de hielo con sal -ya que esta evita que se derrita muy rápido- anuncia el inicio de un ritual que mezcla historia, sabores naturales y perseverancia en la Heladería Santiago.
“Si usara un motor, dejaría de ser un helado artesanal y se volvería industrial”, explica mientras mueve el brazo a velocidad humana con estilo y técnica sin cansarse durante unos diez minutos hasta que la paila va formando una capa de hielo; luego, vierte la vainilla o la pulpa de fruta que vaya a preparar y empieza a despegarla con dos cucharas dando forma al helado.
El nombre de su marca rinde homenaje al primer local de helado de paila artesanal que existe en Colombia desde 1961 en el barrio Santiago de la capital nariñense, sin embargo, esta tradición se ha transmitido por generaciones desde que se originó en la ciudad de Ibarra, Ecuador, en el año 1896.
“Mi abuelito fue el pionero en Pasto. Él subía al volcán Cumbal para traer el hielo con el que se preparaban los helados. Lo envolvía en hojas de frailejón para conservarlo durante los tres días de viaje de regreso”, recuerda Patricia.
Esta manera artesanal de preparar el helado ha resistido el paso del tiempo y la industrialización. En una época sin congeladores ni licuadoras, la abuela de Patricia molía la fruta con piedra, mientras el hielo del volcán se derretía lentamente sobre la paila de cobre, una herencia que perdura entre los cuatro hijos y nietos de los fundadores quienes siguen al frente del local en Pasto. “Mi mamá tiene 84 años y aún hace helado”.
Después de criar a sus tres hijos y dedicarse durante décadas al hogar, Patricia tomó la decisión de emprender y poner en práctica el legado de sus abuelos, por eso recomienda a las demás mujeres que “nunca es tarde” para ir tras los sueños e ideales.
Su oportunidad llegó de la mano de CityEmprende de la Subdirección de Emprendimiento, Servicios Empresariales y Comercialización del Instituto para la Economía Social (IPES) entidad de Distrito que apoya a los emprendedores en el fortalecimiento de sus unidades de negocio.
Ella destaca: “hace diez años toqué las puertas del IPES y creyeron en mí. Me brindaron espacios y la oportunidad de participar en ferias donde pude ofrecer mi helado, ahora, gracias a ese impulso, tengo mi propio local”.
El helado de paila que prepara en su unidad de negocio es 100 % artesanal y natural.
“No usamos químicos ni colorantes. Respetamos el sabor de la fruta”, explica Patricia. Desde su vitrina en Bogotá, los sabores tradicionales de Pasto como es la mora y la vainilla conviven con nuevas propuestas como chocolate, café, ron con pasas y queso con bocadillo, una innovación que ha conquistado a los bogotanos.
“El chocolate y el café son los preferidos aquí en la capital”, comenta Patricia, pero más allá del sabor, asegura que lo que realmente atrae a sus clientes es la historia detrás de la marca: “hay personas mayores que llegan, ven las fotos de mi abuelo y me dicen ‘yo fui cliente de don Benjamín’, es muy bonito escucharlos y sentir que el recuerdo sigue vivo”.
Hoy, la Heladería Santiago es más que helados; es una experiencia cargada de memoria, afecto y resistencia cultural. Patricia sueña con que su negocio crezca y que las nuevas generaciones de su familia continúen con este valioso arte de preparar el helado.
“Quisiera que mis hijos y mis nietos sigan con esta tradición, que no se pierda, porque este helado tiene historia, tiene alma y representa el amor de una familia entera”, concluye Patricia.
